El verdadero valor del hombre
A las personas se les enseña a tener su propio sistema de valores y a no compararse con los demás. Sin embargo, en la vida real, la competencia y la comparación se encuentran en todos lados. Desde la cantidad de ingresos que recibimos hasta cuántos “me gusta” obtenemos. Las personas se valoran a sí mismas comparándose con los demás en educación, habilidades, apariencia, profesión, popularidad y logros. Es por ello, que las personas se sienten infelices, ansiosas, despreciadas y aún inútiles.
Pero ¿cuál es el verdadero valor del hombre? Las cosas antes mencionadas, ¿realmente determinan el valor del hombre? ¡Claro que no!, porque todas estas cosas son pasajeras. La gloria de estas cosas es breve. La Biblia dice: Toda carne es como hierba, y toda gloria como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae (1 Pedro 1:24). Sin embargo, el ser humano no solo posee un cuerpo y un alma. El hombre también tiene un espíritu, el cual le da el más alto valor. Por medio del espíritu humano, el hombre está capacitado para contactar y recibir a Dios el Creador, como su vida eterna para llegar a ser un hijo de Dios. El hombre está destinado a la eternidad. No es de extrañar por qué Dios se convirtió en un hombre: Jesús. Él vino a buscar al hombre como un comerciante que busca perlas finas, y habiendo hallado una perla de gran valor vendió todo lo que tenía, y la compró (Mateo 13:45-46). Esto significa que Jesús derramó Su sangre y murió para comprarte, y sacarte del lugar, donde las personas, incluyéndote a ti, no conocen el verdadero valor del hombre. Jesucristo te valora, mucho más que cualquier cosa valiosa en la tierra, incluso más que a Su propia vida del alma. No precisamente por tu educación, apariencia, habilidad o logros, sino porque eres un hombre o una mujer. Ahora Jesucristo está en resurrección y es el Espíritu que da vida, y desea darte Su vida. Al recibirle en tu espíritu, disfrutarás este hecho: que el verdadero valor del hombre es llegar a ser uno con Dios en vida y naturaleza. Puedes recibirle al orar así:
“Señor Jesús, ¡gracias por crearme con un espíritu! ¡Gracias por haber muerto por mí! Y ¡gracias por comprarme con Tu propia sangre! Te alabo porque ahora estás en resurrección. ¡Te recibo como mi Salvador! Ven como la vida y entra en mi espíritu. Te amo Señor Jesús. Amén”.