Vivimos en un tiempo privilegiado

Algunos podrían decir que el mundo occidental está entrando en una era poscristiana. Para muchos creyentes puede parecer una época muy desalentadora. Una época en la que las cosas van cada día de mal en peor. Si comparamos nuestra situación actual con la de la iglesia en China durante los años de 1939-1942, nos daremos cuenta de que los creyentes de allí, donde la iglesia era aún joven, se enfrentaban a muchas amenazas graves y también podrían haberse desanimado.
China estaba en medio de una guerra devastadora. Era una época de hambre, muerte y destrucción. La gente estaba siendo desarraigada y desplazada. La agenda anti-Dios estaba en ascenso. Parecía ser un tiempo de poca esperanza y mucha desesperación; sin embargo, en medio de esta situación Watchman Nee dio una serie de mensajes que se convirtieron en el libro La iglesia gloriosa. Allí él afirma: "Vivimos en un tiempo privilegiado; podemos hacer lo máximo para Dios" (p. 161). Esto indica que no sólo no estaba desanimado, sino que se daba cuenta de que se les presentaba una gran oportunidad en la que la iglesia podía hacer algo de gran significado estratégico para Dios.
Nuestras oraciones acompañan este libro, y confiamos en que Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, "Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos", lleve a cabo lo revelado en estos mensajes, "según el poder que actúa en nosotros". "A El sea gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén". (La iglesia gloriosa, prólogo, p. 3)
Tanto Efesios 5-6 como Apocalipsis 12 revelan claramente que nuestra parte como iglesia no es esperar pasivamente a que Dios acabe con Satanás y cierre esta era. Más bien, vemos que la iglesia juega un papel crucial en representar a Dios y subyugar a Su enemigo. Los que vean esta necesidad y tengan oído para oír lo que el Espíritu está hablando a las iglesias (Ap. 2:7, 11, 17, 26-29; 2:5-6, 12-13, 21-22) se levantarán para vencer y, como tales, cooperarán con Dios para dar un golpe decisivo a Su enemigo, sacudiendo su reino y haciendo que sea echado a la tierra (Ap. 12:9). Que nosotros seamos tales personas. Como se afirma en las palabras finales de La iglesia gloriosa: “La luz nos mostrará el camino, pero la fuerza y el poder nos permitirán seguir el camino. Se debe pagar un precio alto para ser útiles ahora” (p. 161).
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