No es lo que hacemos lo que produce la iglesia

La iglesia no llega a existir por algo que nosotros hacemos, sino que es producida con el elemento de Cristo. Eva procedió de Adán y regresó a él. Así mismo, sólo lo que procede de Cristo produce la iglesia y sólo lo que corresponda con Su vida y naturaleza podrá regresar a Él.

La iglesia está compuesta de lo que procede de Cristo. Los talentos del hombre, sus habilidades, pensamientos, fuerza y todo lo que le pertenece se encuentran fuera de la iglesia. Todo lo que viene de la vida natural está fuera de la iglesia, y todo lo natural que es introducido en la iglesia llevará a un derrumbamiento, y no a una edificación. Sólo lo que procede de Cristo se encuentra en la iglesia. (La iglesia gloriosa, p. 29).

Lo que hacemos, ¿procede de nosotros o procede de Cristo?  

El apóstol Pablo es un ejemplo de alguien cuyo servicio no procedía de sí mismo ni era realizado por sí mismo, sino que procedía de Cristo y era realizado por Cristo. ¿Cómo pudo Pablo servir de esa manera? Él cedió todo el terreno de su ser a Cristo quien moraba en su interior. Permitió que Cristo lo llenara y ocupara sus pensamientos, sentimientos y decisiones. Su constitución era Cristo, aquel que había sido edificado en él. Por tanto, él pudo decir, "ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gá. 2:20) y "para mí el vivir es Cristo" (Fil. 1:21). Cristo tenía plena libertad para llevar a cabo Su operación, primeramente en él. Como resultado, lo que Pablo hacía procedía del Cristo que desbordaba desde su interior. 

Ahora, presentamos tres características de su servicio el cual era realizado por Cristo y cuya fuente era la persona de Cristo:

1. El contenido de sus escritos era Cristo

Pablo estaba constituido con Cristo, por tanto, ese era el contenido de sus epístolas. No el conocimiento mental de un Cristo externo, sino del Cristo que estaba forjado en su ser. Al leer sus epístolas, aunque leemos a Pablo, realmente leemos a Cristo. Pablo no se transmitía a sí mismo, sino al Cristo que estaba constituido en él.  Tal como él era una carta viva de Cristo, así anhelaba ver que Cristo fuera inscrito en los corazones de los creyentes (2 Co. 3:2-3) y que Cristo fuera formado en ellos (Gá. 4:19).

2. No confiaba en sí mismo, sino en Cristo que moraba en su espíritu

Con respecto a esto Pablo dijo, "no que seamos competentes por nosotros mismos para considerar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios" (2 Co. 3:5). También dijo que se conducía "no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios" (1:12). Cuando no halló a Tito dijo, "no tuve reposo en mi espíritu" (2:13), lo cual indica que no se dejaba afectar por las circunstancias, ni por sus propias ideas o puntos de vista, sino que prestaba atención a Cristo quien moraba en su espíritu. Cuando se movía por causa del evangelio, no se aferraba a su propia agenda, planes o preferencias, antes bien era sensible a la dirección del Espíritu en él (Hch. 16:6-7). 

3. No buscaba lo suyo propio sino que todo era en beneficio de la iglesia

Puesto que Cristo ocupaba el corazón de Pablo, él conocía lo que Cristo ama: Su iglesia. En 2 Corintios 12:15 dice: "Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas". Aunque la iglesia en Corinto difamó a Pablo, él no se ofendió, pues no buscaba nada para sí; al contrario siguió amando a la iglesia porque se daba cuenta de que era la expresión del Cuerpo de Cristo. Pablo amaba a todas las iglesias, por eso dijo, "lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias" (11:28). Pablo no buscaba nada en beneficio propio. En todo lo que hacía, tenía como meta beneficiar a la iglesia.

Nuestro anhelo hoy

¡Alabamos al Señor por el modelo del apóstol Pablo! Al verlo, por un lado, sentimos que nuestra visión y servicio ciertamente no están a la norma de éste; pero por otro, despierta en nosotros la aspiración de un día llegar a ser quienes edifican la iglesia de esta manera: únicamente con el elemento de Cristo, sin nada de nosotros mismos. Tal como Pablo cedió el terreno de su corazón a Cristo, así nosotros cada día podemos permitir que Cristo ocupe nuestro ser. Podemos orar, "Señor, en este día, haz más Tu hogar en mi corazón. Ocupa mi mente, mis emociones y mi voluntad". A medida que mantenemos una comunión constante con el Señor, Él se irá constituyendo en nosotros poco a poco. Con el tiempo, ese elemento de Cristo brotará desde nuestro interior como evangelio y como alimento que nutrirá a los que están a nuestro alrededor. Entonces, así la iglesia será edificada.

 

Otros recursos


El cuadro de Eva muestra que sólo lo que procede de Cristo produce la iglesia

En la iglesia no hay cabida para cosas, asuntos o personas que no sean Cristo. Descarga y disfruta el podcast #22 del Estudio-vida de Génesis.

Aunque el hombre cayó, el propósito de Dios en cuanto al hombre permaneció igual, sin ninguna alteración. ¡Cuán inmutable es Dios! Nada ni nadie podrá frustrar lo que se propuso en Su corazón.

 

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