El individualismo es contrario a la edificación del Cuerpo

Para poder regresar Cristo necesita que Su Cuerpo sea edificado. No obstante, Su obra de edificación enfrenta un gran obstáculo: nosotros mismos. Todo lo que somos por nacimiento, sea bueno o malo, tiene como fuente la vida de Adán, cuya naturaleza es individualista. Dios se ha propuesto edificar el Cuerpo, pero para frustrar tal propósito, Satanás inyectó en nosotros esta naturaleza que se opone a la edificación y que hace que evitemos estar con otros y prefiramos vivir como individuos separados. 

Esta es la razón por la cual se deben eliminar todas las divisiones y el individualismo. El asunto de la división no es algo meramente externo; es un problema de nuestro corazón… El mayor obstáculo a la voluntad de Dios no son las divisiones exteriores, sino nosotros mismos, como personas individuales, que no conocen la vida del Cuerpo (La iglesia gloriosa, p. 51)

Este enemigo interno, el “yo”, se hace manifiesto en todas las esferas de nuestra vida. Por ejemplo, en el servicio que brindamos a la iglesia, colaboramos con otros y cada uno posee una manera de ser particular, opiniones y preferencias que se verán expresadas en el trato mutuo. Reaccionamos frente a aquello que es contrario a nuestra manera de ser y por tanto preferimos trabajar solos para evitar "molestias". Al comienzo de nuestro servicio quizá estos asuntos permanezcan escondidos, pero a la postre, el pasar tiempo con otros pondrá al descubierto las intenciones ocultas en nuestra alma, tal como la búsqueda de una posición o la autoexaltación. 

En la vida familiar o matrimonial este enemigo interno se manifiesta por medio de  la independencia. En la coordinación de la vida diaria a menudo olvidamos considerar a nuestro cónyuge o familia. Pasamos por alto que nuestras acciones y decisiones ya no nos afectan solo a nosotros, sino que impactan a nuestro núcleo familiar, perdiendo así la armonía entre los miembros. 

¿Cómo podemos ser librados del individualismo? Todo comienza con una visión doble: primero, necesitamos ver que el Cuerpo es uno, y segundo, que formamos parte de él. Cuando lo vemos, nuestra perspectiva es renovada y entonces:

  • Dejamos de ver solamente nuestras propias virtudes y comenzamos a honrar a los otros miembros (1 P. 2:17; He. 10:24; Ro. 12:10).
  • Hacemos a un lado nuestro orgullo porque nos damos cuenta de que no somos autosuficientes y por tanto necesitamos la ayuda de otros miembros (Ro. 12:3; 1Co. 12:22, 25).
  • No ambicionaremos tener la porción de otro miembro porque entenderemos que Dios ha dado una medida a cada uno de los miembros, en beneficio del Cuerpo (1 Co. 12:18; Ef. 4:16; Tit. 3:13).
  • No menospreciaremos la porción que el Señor nos dio porque comprenderemos que todos los miembros somos indispensables (1 Co. 12:24, 27).

Debemos ver claramente que Dios no quiere individuos… Aunque tenemos la vida de Dios dentro de nosotros, todavía necesitamos que trabaje en nosotros para quebrantar nuestro individualismo. Dios tiene que librarme y echar abajo el concepto de que yo mismo soy suficiente. Debemos ser uno con los demás hijos de Dios. (La iglesia gloriosa, p. 32)

Nuestra oración en estos días es: “Señor, revélame Tu Cuerpo”. Únicamente una revelación nos trasladará de la doctrina a la experiencia del Cuerpo de Cristo. Disfrutaremos las bendiciones de vivir en la unidad del Cuerpo, seremos protegidos del engaño y la ambición, hallaremos suministro y seremos edificados juntamente como iglesia.

En la iglesia debe ser quebrantado el individualismo. Debemos permitir que el Cristo que mora en nosotros y el Cristo que vive en los demás hermanos y hermanas se entrelace en un solo Cuerpo… El Señor seguirá obrando hasta que un día delante de Dios, digamos: "No puedo hacer absolutamente nada por mí mismo. Todo lo que hago es conforme al principio de ayuda mutua entre los miembros. Todo lo que hago es conforme al principio de la comunión, el cual es el principio del Cuerpo". (La iglesia gloriosa, p. 33)  

 

Otros recursos


¿Cómo somos salvos del individualismo?

La clave no está en un cambio de conducta sino en permitir que la vida de Cristo opere en las partes internas de nuestro ser. Descarga y disfruta el podcast #43 del Estudio-vida de Romanos.

El apóstol Pablo es un ejemplo de alguien cuyo servicio no procedía de sí mismo ni era realizado por sí mismo, sino que procedía de Cristo y era realizado por Cristo. ¿Cómo pudo Pablo servir de esa manera?

 

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